Francesc Ferrer i Guàrdia nación en Alella, Maresme, el 10 de enero de 1859 y murió fusilado en los fosos del Castillo de Montjuit en Barcelona, el 13 de octubre 1909.
De familia católica y monárquica de payeses acomodados, fue el tercero de catorce hermanos. A los 13 años tuvo su primera disputa con la iglesia, tras denunciar al sacerdote de su pueblo de intromisión familiar, por lo que fue enviado por su familia a trabajar a Barcelona, donde entró como aprendiz en un comercio de harinas en el distrito de Sant Martí de Provençals, cuyo dueño le inscribió en clases nocturnas y le inició en los ideales republicanos. Durante la I República, el joven Ferrer participó con entusiasmo en experiencias de educación popular. Durante los años siguientes el joven autodidacta estudió a fondo el ideario de Pi y Margall y conoció las doctrinas de los internacionalistas en lops círculos obreros más anticlericales. Sus ideas librepensadoras le llevaron pronto al anarquismo, tendencia en la que desarrolló una gran actividad como agitador y revolucionario.
Fundación de la Escuela Moderna
En agosto de 1901, tras recibir una cuantiosa herencia que le dejó al morir Ernestine Mennier -una rica anciana parisiense a la que había dado clases de español desde 1894-, regresó a Barcelona, en donde se instaló y creó la Escuela Moderna, un proyecto práctico de pedagogía libertaria.
Se trataba de una escuela, de ideario racionalista, igualitaria, laica y considerada por su fundador, como natural. El proyecto, que comenzó con 30 alumnos, tenía para 1906 más de 30 escuelas relacionadas con el movimiento.
En contraposición a ella, se impulsó una pedagogía racional, con un alumnado mixto, y en la que se abolieron prácticas retrógradas, como el sistema tradicional de castigos.
El crecimiento de la Escuela Moderna se situó en el punto de mira de los elementos conservadores, lo que le acarreó la enemistad de la Iglesia Católica y de muchos estamentos oficiales que veían en las escuelas laicas una amenaza a sus intereses, pues subvertía las ideas educativas de la época.
La escuela moderna de Ferrer i Guardia.
En agosto de 1901, tras recibir una cuantiosa herencia que le dejó al morir Ernestine Mennier -una rica anciana parisiense a la que había dado clases de español desde 1894-, regresó a Barcelona, en donde se instaló y creó la Escuela Moderna, un proyecto práctico de pedagogía libertaria.
Se trataba de una escuela, de ideario racionalista, igualitaria, laica y considerada por su fundador, como natural. El proyecto, que comenzó con 30 alumnos, tenía para 1906 más de 30 escuelas relacionadas con el movimiento.
En contraposición a ella, se impulsó una pedagogía racional, con un alumnado mixto, y en la que se abolieron prácticas retrógradas, como el sistema tradicional de castigos.
El crecimiento de la Escuela Moderna se situó en el punto de mira de los elementos conservadores, lo que le acarreó la enemistad de la Iglesia Católica y de muchos estamentos oficiales que veían en las escuelas laicas una amenaza a sus intereses, pues subvertía las ideas educativas de la época.
La escuela moderna de Ferrer i Guardia.
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